sábado, 23 de octubre de 2010

Fría Bienvenida


Fría Bienvenida

Ella miró aquellos ojos. Sus cetrinos ojos albergaban tristeza, amargor y mucha, mucha oscuridad. Habían sido compañeros de clase hacia ya unos cuantos años y sabía que el hecho de volver a verla producía en él una honda tristeza pues no eran precisamente buenos recuerdos lo que su presencia le hacía recordar.

Lo había estado cavilando durante mucho tiempo. Largas noches había tenido durante ese último año, interminables noches en las que pensaba en lo pasado y en lo que posiblemente pasaría. No quería, no debía pensar solo en ella misma. Eso era ser demasiado egoísta y por ello había estado barajando la opción de no aceptar aquel puesto, de dejar las cosas tal y como estaban. Quizás esto hubiera sido lo mejor; para él y para ella, pero no lo mas valiente. Ambos debían afrontar lo que tiempo atrás habían dejado estancado, era tiempo de ello.

Ambos debían afrontar algo, nada agradable para ninguno de los dos, pero que sin embargo los unía de forma irremediable; sentimientos tan contradictorios y fuertes como son el más profundo odio y el más fuerte amor.

Con un gran estruendo Severus Snape hizo girar la gruesa y oxidada llave abriendo así el gran portón, que con su apertura produjo un estruendoso chirriar.

Se maldijo, no era capaz de cumplir la primera promesa que se hizo así misma antes de regresar; no sentirse jamás inferior ante su mirar. Ella no podía más que mirarle a la cara casi de soslayo y sin embargo el mantenía su mirada fija e imperturbable, casi pétrea, ante ella. Las cosas al parecer y a pesar de los años habían cambiado poco.

Ese fue el primer y único momento en el que se arrepintió de regresar. No se dejaría caer nunca más en el arrepentimiento, se prometió. A pesar de haber previsto mil y una veces el primer rencuentro nunca pudo imaginar que sería así de insoportable y duro de afrontar para ella. No había podido olvidar esos profundos y oscuros ojos verdes que tanto la odiaban.

-Hola Severus, buenas te sean, dijo ella cruzando el umbral de la puerta y adentrándose en el sendero.

-Espero que para ti no demasiado, dijo con su profunda y ronca voz. Ella de espaldas y protegida con la capucha de su larga capa no pudo más que cerrar los ojos y dibujar en su rostro una mueca de dolor. "No seas estúpida, ¿Qué esperabas, eh?"

Se hizo el silencio, los únicos ruidos que se podían percibir eran los del propio bosque hasta que Él comenzó a cerrar el enorme portón, mientras que ella aun de espaldas y sopesando la situación esperaba con una vieja maleta en una de sus manos.

Sus pasos, sus rápidos y seguros pasos comenzaron a escucharse por el sendero de gravilla. Paso a escasos centímetros, imponiéndole su figura, y rozando su capa con la de ella. Ella Intentó seguirle pero le fue imposible, no fue capaz, su pesar no la dejaba, la hacía caminar cada vez más lento hasta que la negra figura a la que seguía desapareció entre los lóbregos y mortecinos árboles.

Esa fue la primera vez que se encontraron tras siete años, siete años en los que Él había imaginado como Ella moría cientos de veces.

Siete años que ella había visto pasar como un mal sueño deseando no volver a encontrarlo en su vida nunca, nunca jamás.


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